Más Allá de la Ira: Redefiniendo la Propiciación y la Justicia Divina en la Obra Redentora de Cristo
La comprensión de la justicia de Dios y la obra redentora de Cristo ha sido objeto de diversas interpretaciones a lo largo de la historia de la teología cristiana. Este ensayo busca proponer una visión que entiende la propiciación como el acto de Cristo de permitir ser recibidos por Dios en el trono de gracia celestial, destacando el acceso libre a este trono a través de la fe en Cristo. Este enfoque resalta la rectitud y la misericordia de Dios, apartándose de interpretaciones que distorsionan el mensaje bíblico.
Propiciación: Un Acto Celestial
Tradicionalmente, la propiciación ha sido vista como
centrada en la muerte de Jesús en la cruz. Este ensayo, sin embargo, propone
verla como un acto que tiene lugar en los cielos, en la bienvenida a la
presencia de Dios. Aquí, somos recibidos con gracia y misericordia, gracias a
la muerte, resurrección y posterior entronización de Cristo. Este enfoque
subraya el acceso incondicional al trono celestial de gracia y pone de relieve
la rectitud y misericordia de Dios.
Este entendimiento resalta el acceso incondicional al
trono celestial de gracia a través de la fe en Jesucristo, poniendo de relieve
la rectitud y la misericordia de Dios de manera que se aleja de
interpretaciones que podrían distorsionar el mensaje central de las Escrituras.
En lugar de ver la obra de Cristo únicamente bajo la
lente de la muerte de Jesús en la cruz, esta visión recalca la naturaleza
transformadora de la propiciación: somos acogidos en un espacio de gracia
divina donde la misericordia y la rectitud de Dios nos envuelven, convirtiéndose
en un acto que trascendental de amor supremo y fidelidad.
Así, la sangre de Cristo se convierte en la señal que nos
indica el camino hacia el Trono de Gracia que Dios ha establecido para unirnos
a Él, mostrando hacia la reconciliación y la vida eterna que subraya la
justicia divina revelada en la resurrección y posterior entronización de Jesús
el Cristo.
Este enfoque permite una comprensión más profunda de la
naturaleza de Dios y de la salvación, alejándose de las nociones que limitan la
propiciación a una transacción legalista y, en cambio, abrazando una visión más
integral y relacional de la redención. En este marco, la justicia de Dios no se
ve como algo opuesto a su misericordia, sino como una expresión de su amor
incondicional y su deseo de restaurar la comunión con su pueblo.
Uno de los puntos de debate en la teología contemporánea
es la interpretación de la cruz y la resurrección de Cristo. Algunas
tradiciones cristianas, especialmente dentro del catolicismo, han sido
criticadas por enfocarse en la cruz como símbolo de su fe, sugiriendo que este
enfoque puede restar importancia a la resurrección y posterior entronización de
Cristo Jesús, que es fundamental para la fe cristiana.
La resurrección no es solo un evento que siguió a la
crucifixión; es la afirmación poderosa de que Cristo ha vencido no solo el
pecado, sino que también la muerte, ofreciendo esperanza y vida nueva a todos
los creyentes. La enseñanza bíblica sobre la resurrección de Cristo es central
en 1 Corintios 15:17, donde Pablo afirma: "Y si Cristo no ha resucitado,
vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados".
La Justicia Divina: Fidelidad y Compromiso de Dios
La justicia de Dios, tal como se revela en las
Escrituras, no es simplemente un atributo divino entre otros; es una expresión
de su fidelidad a sí mismo y a sus promesas. La justicia de Dios se manifiesta
en su anhelo inquebrantable por cumplir Su Palabra y su compromiso de redimir y
restaurar a los suyos. En este contexto, la obra de Cristo se ha de entender
como la culminación de la integridad y la fidelidad de Dios hacia los suyos.
La comprensión de la propiciación como la acción de ser
recibidos y revestidos por la misericordia de Dios en el trono de gracia
celestial resalta el acceso libre y la misericordia incondicional que se nos
otorga a través de la fe en el Cristo resucitado y entronizado. Esta
interpretación se alinea con la descripción de Dios en el Antiguo Testamento,
quien se revela como "compasivo y misericordioso, lento para la ira y
grande en amor y fidelidad" (Éxodo 34:6). La noción de que la propiciación
equivale a ser revestidos de la Misericordia de Dios en su Trono de Gracia da
una imagen más clara del carácter de Dios revelado en las Escrituras y arroja
luz sobre la verdadera naturaleza de la redención.
La propiciación debe entenderse como la auténtica
experiencia de ser recibidos por la infinita misericordia de Dios a través de
la muerte, resurrección y entronización de Cristo en los lugares celestiales.
Esta misericordia de Dios por la cual somos revestidos en Cristo elimina
cualquier vestigio de ira que pudiera haber pesado sobre nosotros, ubicándonos
directamente ante el trono de gracia debido a la obra redentora de Cristo,
nuestro Rey entronizado. Por lo tanto, la sangre de Cristo puesta sobre el Trono
de Misericordia (que implica que aquel que derramó su sangre se sentó a la
diestra de Dios) debe ser vista como la vía que Dios ha provisto para acceder a
su trono de gracia, un lugar donde somos declarados justos ante sus ojos,
gracias a la justicia que Dios mismo revela en la resurrección y entronización
de Jesús, el Cristo.
La crítica a la cruz en el catolicismo, que enfatiza los
sufrimientos de Cristo como el fundamento de nuestra fe, resalta la herencia
legada hacia el protestantismo al quedarse únicamente con la imagen de un
Cristo sufriente centrada en su muerte en la cruz. Esto implica un serio
desafío para avanzar hacia una comprensión de la victoria que la resurrección y
entronización de Cristo nos trae. La resurrección y su posterior entronización
es central en la obra de Cristo, ya que no solo valida todo lo que Jesús enseñó
y realizó durante su tiempo acá en la tierra, sino que también señala la
derrota definitiva del pecado, la muerte y satanás.
La discusión sobre la justicia de Dios y la obra de
Cristo nos lleva a reconsiderar muchas de las presuposiciones teológicas que
han moldeado la práctica cristiana occidental. La crítica a la interpretación
tradicional de la propiciación representa un esfuerzo por recuperar una visión
bíblica más fiel de Dios y de su obra redentora, una visión que resalta la
misericordia, la fidelidad y el amor incondicional de Dios hacia los suyos.
La explicación tradicional de la imputación de la
justicia de Cristo, en este sentido, se vuelve innecesaria y hasta
problemática, pues sugiere una transacción que no captura la profundidad de lo
que significa ser unido a Cristo en su muerte y resurrección. En Cristo somos
justificados, declarados justos por Dios mismo en base a la justicia de Dios
atribuida a nosotros por la resurrección de Cristo (Romanos 4:25). La justicia
de Dios se convierte en algo que nos posee y nos hace mueva criaturas (Romano
6), más que en algo que simplemente se nos cuenta a nuestro favor. La justicia
de Dios que poseemos por la fe, nos posee.
La justicia de Dios ha de ser entendida en este contexto
como la fidelidad de Dios a sus propias promesas y su compromiso inquebrantable
con llevar a cabo lo prometido. Al convertirnos en "esclavos de la
justicia" en el momento de creer en Cristo, no somos simplemente
receptores pasivos de una justicia ajena, sino participantes activos en la
muerte y resurrección en Cristo (Romanos 6). Esta participación no es el
resultado de una imputación externa, sino de una transformación interna debido
a la resurrección de Jesús el Cristo de entre los muertos y que nos lleva a
vivir conforme a la justicia de Dios revelada.
Por tanto, nuestra respuesta hacia el Cristo resucitado y
entronizado debe ser de lealtad y fe hacia el Rey, presentando nuestros cuerpos
en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, lo cual es nuestro culto racional
(Romanos 12:1). En este acto de entrega y devoción, encontramos la verdadera
esencia de ser esclavos de la justicia de Dios: una vida marcada por la
santidad, el servicio y la misericordia que reflejan el carácter de Dios
revelado en Cristo. Este llamado a la santidad no es una imposición externa,
sino el resultado natural de nuestra unión con Cristo y nuestra participación
en su victoria sobre el pecado y la muerte.
Al entender que la justicia de Dios se revela en su
fidelidad a sus promesas y su compromiso inalterable con la restauración y la
vida, somos llamados a vivir de manera coherente con esta justicia. Esto
implica no solo una orientación hacia la misericordia interpersonal, sino
también un compromiso de proclamar la justicia de Dios revelada en la
resurrección de Cristo de entre los muertos.
El Bautismo en Cristo: Identidad y Transformación
Pero para comprender lo que vengo diciendo se hace se
hace necesario entender cabalmente lo que Pablo llama "bautismo en
Cristo" que es diferente al bautismo en agua. El bautismo en Cristo,
entendido como nuestra participación en su muerte y resurrección, es el
fundamento de nuestra nueva identidad como esclavos de la justicia. Este
bautismo en Cristo nos marca como parte del nuevo pueblo de Dios por medio de
la fe, llamados a vivir como esclavos de la justicia de Dios.
En este sentido,
el bautismo en Cristo es un acto de Dios que se produce en el momento de
nuestra conversión, por el cual el esclavo del pecado que antes éramos fue
crucificado en Cristo y que como resultado de la resurrección de Cristo aparece
una nueva criatura a la que Dios llama como "esclavo de la justicia"
capacitado por el Espíritu para vivir una vida que agrade a Dios, caminando en
novedad de vida (Romanos 6).
La fe en Cristo resucitado y entronizado, por lo tanto,
no es simplemente una creencia intelectual en un conjunto de proposiciones
teológicas. Es una lealtad activa hacia el Rey Jesús, una entrega total a su
señorío y una participación gozosa en su reino de justicia, paz y gozo en el
Espíritu Santo (Romanos 14:17). Al vivir como esclavos de la justicia,
reflejamos en nuestra vida la rectitud de Dios, demostrando al mundo el poder
transformador del evangelio.
En conclusión, la justicia de Dios y la obra de Cristo
nos invitan a adentrarnos en un entendimiento más profundo y transformador de
la fe cristiana. Al alejarnos de interpretaciones que distorsionan el carácter
de Dios y su propósito redentor, y al abrazar la realidad de ser recibidos en
el trono de gracia a través de Cristo, descubrimos la verdadera libertad y el
verdadero propósito para nuestras vidas. En Cristo, hemos sido hechos esclavos
de la justicia de Dios, llamados a vivir como esclavos de dicha justicia,
presentando los miembros de nuestros cuerpos en servicio a Dios, en la
confianza de que, en Cristo, estamos verdaderamente libres de la esclavitud del
pecado, para amar, servir y participar en la proclamación del mensaje de
redención del mundo. Este es el evangelio que Jesucristo murió, resucitó y fue
entronizado, esta buena noticia ha revelado la justicia de Dios y nos ha
permitido experimentar por la fe la misericordia, la fidelidad y la justicia
redentora de nuestro Dios.
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