Progresismo y el Amor: Entre el Progresismo Evangélico y la Cosmovisión Bíblica

En el crisol de la postmodernidad, el progresismo evangélico ha adoptado la palabra "amor" como estandarte de su lucha, abogando por su expresión en todas sus formas, sin distinción de género o sexo biológico. Sin embargo, la definición que estos "progresistas evangélicos" confieren a este concepto a menudo se basa en las efusiones propias del romanticismo y en los encuentros sexuales, desatendiendo las complejidades y profundidades que la Biblia atribuye al amor. Desde la óptica del cristianismo bíblico, el amor emana de Dios y se manifiesta como esencialmente fiel, compasivo, misericordioso y colmado de gracia, sin importar el precio del propósito que se ha autoimpuesto.

El progresismo evangélico, al igual que otras corrientes progresistas, abraza la noción de un amor ilimitado, especialmente en el ámbito de las relaciones románticas, sin considerar el género de las personas involucradas. Sin embargo, esta perspectiva tiende a restringirse a las emociones propias del romanticismo y a los encuentros sexuales propios de una pasión desbordada, descuidando las dimensiones más profundas del amor. Desde la perspectiva del cristianismo bíblico, el amor proviene de Dios mismo y debe adherirse a los principios enseñados por Él, trascendiendo las emociones superficiales o la intimidad sexual para abarcar aspectos fundamentales como la fidelidad, la compasión, la misericordia y la gracia, así como el cumplimiento de objetivos autoimpuestos, sin importar el costo.

En la Biblia, se encuentran dos términos específicos para describir el amor: AGAPE y FILEO. El AGAPE representa un amor incondicional, sacrificial y divino, que se manifiesta en la entrega total por el bienestar de los demás. FILEO, aunque algunos lo definan como un amor amistoso y afectuoso basado en la conexión y la camaradería, comparte las mismas características que AGAPE. Estos conceptos trascienden las emociones románticas o los encuentros sexuales, encapsulando la riqueza y la variedad del amor en la cosmovisión cristiana.

La discrepancia entre el progresismo evangélico y el cristianismo bíblico se profundiza cuando se considera que el progresismo tiende a reducir el amor a una expresión física, sexual, emocional y personal, sin abordar sus dimensiones espirituales y trascendentales. La definición bíblica del amor destaca la importancia de la fidelidad, la compasión, la misericordia y la gracia, elementos que van más allá de las fluctuaciones emocionales o sexuales. Estos se consideran fundamentales en las relaciones humanas desde la perspectiva bíblica.

Es imperativo señalar que el riesgo de convertir el concepto de amor en un ídolo se manifiesta cuando se separa este amor del Dios de la Biblia. El cristianismo bíblico advierte contra la idolatría, y cuando el amor se convierte en un ídolo en sí mismo, no se somete al Dios de ninguna manera. Es Dios quien se presenta como el fundamento de todo amor genuino. La atención excesiva a las emociones románticas o la exacerbación de las pasiones sexuales que el progresismo evangélico ha utilizado para construir la definición del amor, desvían la verdadera adoración del Dios verdadero hacia una adoración centrada en una falsa comprensión del amor humano.

En conclusión, la divergencia entre el progresismo evangélico y el cristianismo bíblico en relación con el amor destaca visiones opuestas sobre la esencia y el propósito de este concepto fundamental. Mientras que el progresismo tiende a definir el amor en función de la intimidad sexual y las emociones propias del romanticismo, el cristianismo bíblico presenta una comprensión más amplia y profunda, fundamentada en la fidelidad, la compasión, la misericordia y la gracia. Este contraste revela la importancia de considerar el amor desde una perspectiva espiritual y trascendental al abordar las complejidades de las relaciones humanas, advirtiendo sobre la necesidad de no convertir el amor en un ídolo que no se somete al Dios de la Biblia.