La Limpieza Ritual y la Aplicación de la Sangre en Éxodo 30:10, Números 5:1-5 y Marcos 1:41

La Limpieza Ritual y la Aplicación de la Sangre en Éxodo 30:10, Números 5:1-5 y Marcos 1:41

En la narrativa bíblica, la limpieza y la purificación juegan un papel crucial en el mantenimiento de la santidad del culto y en la relación entre Dios y su pueblo. Es importante entender que la limpieza ritual, especialmente en lo que respecta a los sacrificios por el pecado (Hatta't), se enfocaba en mantener la pureza de los objetos sagrados, como los altares, en lugar de las personas. Este ensayo analiza cómo se aplican estos conceptos en Éxodo 30:10, Números 5:1-5 y Marcos 1:41, con un enfoque especial en la aplicación de la sangre del sacrificio "hatta't" (por el pecado) y su significado en el contexto de la purificación ritual.

Éxodo 30:10: Limpieza del Altar de Oro

Éxodo 30:10 describe una parte del ritual de expiación anual, en el que Aarón debía aplicar sangre sobre los cuernos del altar de oro, conocido como el altar del incienso. Este altar, que estaba situado en el Lugar Santo, era un componente vital del culto en el tabernáculo, donde se quemaba incienso como símbolo de las oraciones del pueblo que subían ante Dios.

La necesidad de purificar el altar no surgía de la cercanía del altar a las actividades del santuario o del contacto continuo con el incienso, sino de la contaminación causada por los pecados del pueblo de Israel. A lo largo del año, los pecados del pueblo se acumulaban y, de alguna manera, afectaban la santidad del santuario, contaminando ritualmente los objetos sagrados. La sangre del sacrificio "hatta't" se aplicaba sobre los cuernos del altar para purificarlo, eliminando la contaminación que los pecados del pueblo habían causado.

En el hebreo de Éxodo 30:10, se utilizan varias palabras clave que son fundamentales para comprender el proceso de expiación y purificación. La palabra "Vechiper" (וְכִפֶּר), que se traduce al griego como "εξιλασεται" (exilasetai), en griego se refiere a la acción de hacer expiación. Por otro lado, "hakipurim" (הַכִּפֻּרִים), traducido como "καθαρισμου" (katharismou) en griego indica el resultado de esta expiación, es decir, la purificación. Además, "ychaper" (יְכַפֵּר), que se traduce como "καθαριει" (kathariei), que en el griego también se refiere a la acción de purificar. Finalmente, "kippurim" (כִּפֻּרִים), que se traduce al griego como "εξιλασμου" (exilasmoû), denota específicamente el acto de expiación.

Aunque en hebreo todas estas palabras hebreas provienen de la misma raíz "כפר" (KPR), que significa cubrir, expiar o purificar, los traductores griegos de la Septuaginta usaron diferentes términos para traducirlas. Dos de estas palabras griegas, como "εξιλασεται" y "εξιλασμου", derivadas de la raíz "hilas", se centran en la acción de expiación, mientras que las otras dos, como "καθαρισμου" (katharismou) y "καθαριει" (kathariei), derivadas de la raíz "katharos", se enfocan en el resultado de esa acción, que es la limpieza o purificación efectiva. A pesar de esta variación en la terminología, ambas dimensiones —la acción y el resultado— son consideradas una sola y misma acción en el contexto ritual, y esta acción es calificada como "santísima" en el sentido bíblico, reflejando su importancia extrema en la preservación de la santidad del lugar dónde habitaba Dios y la relación entre Dios y su pueblo.

Números 5:1-5: La Expulsión de los Impuros y la Pureza Comunitaria

En Números 5:1-5, se describe la importancia de mantener la pureza dentro del campamento de Israel. Este pasaje ordena que aquellos que están ritualmente impuros, debido a enfermedades como la lepra o el contacto con cadáveres, sean expulsados fuera del campamento. La impureza aquí no es simplemente una cuestión física; es una manifestación del pecado que amenaza la santidad del campamento donde habitaba la presencia de Dios.

Es esencial señalar que la purificación ritual de estos individuos, una vez que estaban sanos, no se completaba hasta que se realizaban los sacrificios necesarios, donde, al igual que en Éxodo 30:10, la sangre del sacrificio no se aplicaba a la persona, sino a los objetos sagrados. Por ejemplo, en el caso del leproso en Levítico 14, después de su sanación, la sangre del sacrificio "hatta't" se aplicaba al altar, no al leproso, para purificarlo de cualquier contaminación que el pecado del individuo pudiera haber causado indirectamente.

Este proceso subraya la idea de que la limpieza ritual estaba más enfocada en mantener la pureza del lugar donde Dios se encontraba con su pueblo, asegurando que el santuario permaneciera un lugar santo, libre de la contaminación del pecado.

Marcos 1:41: La Limpieza de una Persona por Jesús

En el Nuevo Testamento, Marcos 1:41 ofrece una visión distinta pero relacionada sobre la limpieza, donde Jesús limpia a un leproso. En este relato, el leproso se acerca a Jesús buscando sanación. Jesús, movido por la compasión, toca al leproso y lo limpia de su lepra, un acto que va en contra de las normas rituales judías que prohibían el contacto con personas impuras.

Es interesante observar que en el texto griego de Marcos 1:41, la palabra utilizada para "limpiar" es "καθαρίζω" (katharizō), que es la misma palabra utilizada en la Septuaginta (LXX) para traducir términos hebreos relacionados con la limpieza y la purificación ritual, como en Éxodo 30:10, donde "καθαρίζω" se usa en relación con la limpieza del altar. Esta coincidencia subraya cómo los conceptos de "limpiar" y "expiar" se entrelazan en la traducción griega de los textos hebreos, lo que sugiere que ambos términos pueden considerarse sinónimos en muchos contextos rituales. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, "καθαρίζω" no solo implica la remoción de impurezas físicas, sino también la restauración de la pureza necesaria para la presencia y adoración de Dios.

La sanación y limpieza de Jesús no solo restaura físicamente al leproso, sino que también lo reintegra a la comunidad. Sin embargo, es importante entender que, después de ser sanado, el leproso aún debía presentarse ante el sacerdote y realizar los sacrificios prescritos. En Levítico 14, vemos que la sangre del sacrificio no se aplicaba a la persona, sino al altar, para purificarlo. Este patrón refuerza la idea de que la purificación en el sistema sacrificial del Antiguo Testamento estaba centrada en los inmuebles y no en los individuos.

Jesús, en su ministerio, demuestra que la verdadera limpieza no depende solo de los rituales, sino de la gracia divina que tiene el poder de restaurar tanto el cuerpo como el alma. No obstante, su conformidad con los rituales prescritos, como enviar al leproso a hacer los sacrificios correspondientes, refleja el respeto por la Ley y la comprensión de que la purificación del altar era esencial para mantener la santidad del culto.

Este acto de purificación ritual no era para limpiar a las personas, quienes ya habían sido perdonadas o sanadas de sus dolencias antes de participar en los sacrificios. En cambio, la sangre del sacrificio hattat´t se utilizaba para purificar el altar mismo, asegurando que continuara siendo un lugar santo, adecuado para el servicio y la adoración a Dios.

Conclusión

Los pasajes de Éxodo 30:10, Números 5:1-5 y Marcos 1:41 revelan una comprensión profunda de la limpieza y la purificación en la tradición bíblica. La sangre del sacrificio "hatta't" (por el pecado) siempre se aplicaba a los inmuebles, como el altar, y no directamente a las personas, porque la limpieza ritual estaba más enfocada en preservar la santidad del espacio donde Dios se encontraba con su pueblo. Este enfoque asegura que los lugares de encuentro con Dios permanecieran santos y adecuados para el culto.

El uso del término "καθαρίζω" en el griego de la Septuaginta para traducir conceptos de limpieza y expiación muestra la estrecha relación entre estos conceptos en el pensamiento bíblico. En la práctica ritual, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la limpieza y la expiación son aspectos interrelacionados que subrayan la importancia de mantener la pureza en la presencia de Dios. De este modo, los rituales de purificación, como los descritos en estos pasajes, son esenciales para mantener la relación entre Dios y su pueblo, garantizando que el culto a Dios se realice en un entorno santo, libre de la contaminación del pecado.



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