ROMANOS 3:21-26 Y EXODO 34:6-7 (LXX)


La lectura de los versículos 21 al 26 de Romanos 3 ofrece una profunda inmersión en los fundamentos de las enseñanzas cristianas, desentrañando un tapiz fascinante de conceptos que iluminan la naturaleza de Dios. En este análisis, exploraremos con detenimiento tres elementos cruciales que emergen de estos versículos: la justicia de Dios, la propiciación y la paciencia divina.


Comenzamos nuestro viaje desentrañando el significado de la justicia de Dios, comprendida como su rectitud. Este concepto se presenta como la coherencia perfecta entre las palabras y acciones dde Dios, destacando la fidelidad apasionada de Dios a sus promesas. La justicia, en este contexto, se ha de entender como la fidelidad infalible de Dios a sus compromisos, un acto motivado por el amor a su propio Nombre y la búsqueda de su gloria. La coherencia entre las palabras y los hechos de Dios se revela como la esencia misma de su justicia, ofreciendo una nueva perspectiva sobre la relación entre la rectitud divina y la comprensión de la propiciación.


La propiciación, explorada en los versículos 21 al 25, nos invita a cuestionar interpretaciones convencionales. En lugar de ser simplemente un apaciguamiento de la ira divina, se revela como el acto de paciencia sublime de un Dios caracterizado por su misericordia y rectitud. La palabra griega "hilasterion", relacionada con "ileos" o misericordia, establece una conexión intrínseca entre la propiciación y la compasión divina. Las antiguas palabras hebreas "jesed" (misericordia) y "tsedaká" (rectitud) refuerzan esta conexión, traduciéndose en griego como Ileos o Eleomosune. Este análisis destaca la interconexión de los atributos divinos: rectitud, misericordia, fidelidad y paciencia.


El concepto del trono de gracia o trono de misericordia (Mercy Seat) nos lleva más allá, mostrando cómo la misericordia de Dios se personifica en Cristo. La sangre de Cristo, interpretada no solo como la derramada en la cruz, sino también como aquella colocada sobre el propiciatorio (Mercy Seat en ingles) en el Lugar Santísimo, señala el camino hacia el trono de la gracia. La resurrección de Cristo se convierte en el testimonio viviente de esta verdad, abriendo el acceso al cielo mediante su propia sangre. Este enfoque desafía la tradicional teología calvinista al instarnos a abandonar la visión de un Dios iracundo que demanda satisfacción y, en su lugar, abrazar la imagen de un Dios de gran paciencia que nos cubre y reviste de su misericordia ante el Trono de la Misericordia o Trono de Gracia.


En la narrativa, se destaca cómo en Romanos 3:21-26 se revela la esencia de Dios como recto, misericordioso y paciente. La proclamación del Señorío de Cristo a través de la resurrección y su glorificación completa esta revelación. La fidelidad de Dios, encarnada en Jesús el Cristo, y la palabra de la cruz, es decir, la resurrección de Cristo de entre los muertos, son el camino hacia el trono de la gracia. La sangre de Cristo, más que un recordatorio de la cruz, se presenta como la que nos abre el camino hacia el trono de la gracia, señalando un acceso al Lugar Santísimo en el cielo mismo, la morada de Dios.


Este viaje a través de Romanos 3:21-26 nos invita a contemplar más profundamente el nombre del Señor, revelado en su rectitud, misericordia, fidelidad y gran paciencia. Exploramos las riquezas de la fe, desentrañando capas de significado que nos acercan aún más al conocimiento y la adoración de nuestro Dios eterno.


En el tejido sagrado de la revelación divina, tanto en Éxodo 34:6-7 (LXX) como en Romanos 3:21-27, se entretejen hilos de verdad que revelan la naturaleza divina en su plenitud. Ambos pasajes convergen en el concepto de propiciación, mostrando la coherencia divina a lo largo de las generaciones.


En este intrincado tapiz de revelación divina, vemos cómo la rectitud, la misericordia y la paciencia de Dios se entrelazan desde tiempos antiguos hasta la obra redentora de Cristo. Ambos pasajes revelan la naturaleza eterna y coherente de nuestro Dios: compasivo, recto y tardo para la ira. Este viaje nos lleva a contemplar la grandiosa fidelidad de Dios a lo largo de la historia.


La paciencia divina, mencionada en ambos pasajes, se manifiesta en haber pasado por alto los pecados pasados. En Éxodo, se destaca la paciencia que perdura a lo largo de generaciones. En Romanos, se revela una paciencia que pasa por alto los pecados anteriores, permitiendo la manifestación de la justicia y la gracia de Dios en el tiempo presente.


Así, el tapiz de Éxodo y Romanos se entrelaza, revelando un Dios cuya justicia se manifiesta a través de la fe, cuya misericordia perdona y cuya paciencia permite la redención. En la sinfonía divina, encontramos la nota constante de un Dios compasivo, justo y redentor. Este relato, que se extiende desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo, revela la coherencia divina que cumple sus promesas a lo largo de las generaciones.


En el tejido sagrado de las Escrituras, emergen conexiones profundas que entrelazan los relatos del Antiguo y Nuevo Testamento. En Éxodo 34:6-7, nos encontramos con el retrato del Señor como un Dios compasivo y misericordioso, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad, que guarda la rectitud hacia los suyos. Este pasaje del Antiguo Testamento establece los cimientos de la naturaleza divina: la justicia y la paciencia de Dios, que guarda misericordia y rectitud por mil generaciones y perdona iniquidad, transgresión y pecado.


Al adentrarnos en Romanos 3:21-27, descubrimos la manifestación de la justicia de Dios aparte de la ley, testificada por la ley y los profetas. Aquí, la conexión con Éxodo se intensifica, ya que la justicia de Dios, según Pablo, se manifiesta a través de la fe en Jesucristo. La coherencia entre los antiguos testimonios y la revelación en Cristo se destaca, revelando un propósito divino que se despliega a lo largo de la historia.


Ambos pasajes convergen en el concepto de propiciación. En Romanos 3:25, se nos habla de Jesucristo como propiciación por medio de la fe en su sangre, no solo la de la cruz, sino la sangre del Resucitado que nos abre la entrada ante el mismo Trono de la Gracia. Esta idea resuena con la misericordia y compasión divinas de Éxodo, donde se perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado. La sangre redentora del Cristo ya resucitado se convierte en el puente que une la revelación de la justicia de Dios con la misericordia que nos cubre.


La paciencia divina, mencionada en ambos pasajes, se manifiesta en la superación de los pecados pasados. En Éxodo, se destaca la paciencia que perdura a lo largo de generaciones. En Romanos, se revela una paciencia que pasa por alto los pecados anteriores, permitiendo la manifestación de la justicia en el tiempo presente.


Así, en este intrincado tapiz de revelación divina, vemos cómo la rectitud, la misericordia y la paciencia de Dios se entrelazan desde los tiempos antiguos hasta la obra redentora de Cristo en el Nuevo Testamento. Ambos pasajes, aunque en contextos diferentes, convergen para revelar la naturaleza eterna y coherente de nuestro Dios: compasivo, justo y redentor. Este viaje a través de las Escrituras, contemplamos la grandiosa fidelidad de Dios, manifestada tanto en la antigüedad como en la consumación de la redención en Jesucristo.

En medio de la rica exploración de los pasajes bíblicos en Romanos 3:21-26, surge un neologismo revelador que agrega una capa significativa a nuestra comprensión teológica: "misericordiado". Este término se erige como la contraparte de "justificado". Mientras que "justificado" encuentra su sustento en la justicia y rectitud de Dios, "misericordiado" se erige sobre el sólido fundamento de la misericordia de Dios, en ileos en griego..


La introducción de "misericordiado" en este contexto teológico proporciona una perspectiva fresca y reveladora. En la expresión "misericordiado", el creyente no solo es justificado y declarado recto por la gracia de Dios, sino que también es envuelto y revestido por la misericordia divina. Este neologismo resuena con la profunda conexión entre la rectitud y la misericordia divinas, como se expone en los versículos analizados.


Mientras que la justificación destaca la coherencia entre las palabras y acciones divinas, la nueva incorporación de "misericordiado" resalta la acción de ser envuelto y revestido por la compasión inagotable de Dios, destacando la coherencia entre el tierno amor de nuestro Dios y sus acciones. Aquí, la misericordia no es solo un atributo pasivo, sino que se convierte en un manto activo que cubre al creyente, otorgándole un estado de "misericordiado" ante el Trono de Gracia.


Este neologismo, con su resonancia teológica, nos invita a contemplar la relación íntima entre la justicia y la misericordia divinas. Mientras que la justificación nos presenta como rectos y justos a través de la fidelidad de Dios a sus promesas, el concepto de "misericordiado" revela un acto continuo de gracia que nos envuelve con la ternura divina.


En última instancia, "misericordiado" emerge como una joya lingüística que encapsula la esencia misma de la relación entre Dios y sus creyentes. Este neologismo no solo amplía nuestro vocabulario teológico, sino que también resalta la dualidad armoniosa entre la justicia y la misericordia divinas, consolidando la comprensión de que somos no solo justificados, sino también continuamente envueltos en la misericordia eterna de nuestro Creador. Así, "misericordiado" se erige como un término elocuente que enriquece y profundiza nuestra comprensión de la obra redentora de Dios en nuestras vidas



.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Progresismo y el Amor: Entre el Progresismo Evangélico y la Cosmovisión Bíblica

Sacrificios por el Pecado (Hatta't)

La Redención a través de la Gracia: Reflexiones sobre Romanos 3:23-26