Cristo como Rey: Muerte, Resurrección y Discipulado

 Este es el segundo de tres ensayos que exploran la relación entre el evangelio y el discipulado. En este ensayo, se abordará la figura central de Cristo como Rey, Su muerte y resurrección, y cómo estos elementos afectan la relación del creyente con Él. Aún no se proporcionará una definición completa del evangelio, pero se continuará estableciendo los fundamentos necesarios para una comprensión más amplia.

El Protagonista del Evangelio: Cristo

Cuando se habla del evangelio, el punto de partida es identificar al protagonista: Cristo. Este es el núcleo del mensaje del evangelio. Sin Cristo, el evangelio no tiene sentido. El nombre “Cristo” no es simplemente un título vacío; su significado es profundo y esencial para entender el discipulado. El término “Cristo” proviene del griego y tiene su equivalente en el hebreo como “Mesías”, lo que significa “El Ungido”. Este título se refiere a Jesús como Rey, Profeta y Sumo Sacerdote.

Cristo como Rey

Uno de los aspectos fundamentales que se explora es que, al declarar que Jesús es el Cristo, estamos afirmando que Él es el Rey de Reyes. Este título implica una relación de soberanía entre Cristo y los creyentes. Al confesar que Jesús es el Cristo, los creyentes se colocan bajo Su autoridad como súbditos y siervos. Esta relación no es simbólica, sino que es una realidad que define cómo el creyente vive su vida.

El concepto de que Cristo es Rey implica una relación de sumisión y obediencia. Si Cristo es Rey, entonces los creyentes son sus siervos y, más precisamente, sus esclavos. Este término, aunque a menudo suavizado en las traducciones bíblicas como “siervo”, originalmente se refiere a una relación de total dependencia y pertenencia a Cristo. Los creyentes no son simplemente trabajadores que sirven a Cristo de manera voluntaria; son esclavos que le pertenecen completamente.

La Muerte y Resurrección de Cristo

El evangelio también está íntimamente relacionado con los eventos de la muerte y resurrección de Cristo. La confesión de que Jesús es el Cristo incluye la creencia en Su muerte y resurrección como acontecimientos históricos y espirituales que tienen un impacto directo en la relación del creyente con Él. Estos eventos no solo confirman la identidad de Jesús como el Ungido, sino que también son la base sobre la cual los creyentes pueden acercarse a Él como su Rey y Señor.

La muerte de Cristo no es un hecho aislado o simplemente un sacrificio religioso, sino el acto central en el que Jesús, como Rey, entrega Su vida por aquellos que le pertenecen. La resurrección, por su parte, es la confirmación de Su victoria sobre la muerte y Su autoridad final como soberano. Al creer en la muerte y resurrección de Cristo, el creyente acepta que Cristo no es solo un salvador, sino el Rey resucitado, quien gobierna con poder y autoridad.

La Relación entre el Rey y Sus Siervos

La confesión de que Jesús es el Cristo, el Rey, implica una relación de sumisión. Así como en otras relaciones humanas, hay roles claramente definidos. Si una persona se identifica como padre, la otra se define como hijo. De la misma manera, cuando el creyente reconoce a Cristo como Rey, automáticamente se define a sí mismo como súbdito, siervo y esclavo. Este reconocimiento es fundamental para el discipulado, ya que establece la base de la relación entre Cristo y el creyente.

A pesar de que la palabra “esclavo” puede ser incómoda, especialmente debido a su uso en la historia humana, su significado es crucial en el contexto de la relación entre Cristo y los creyentes. Los esclavos de Cristo no son oprimidos ni maltratados; más bien, Cristo es un Rey justo, fiel y bueno. Esta esclavitud no es una imposición cruel, sino una entrega voluntaria y completa a un Amo que gobierna con amor y justicia.

El Discipulado como Seguimiento

Aceptar a Cristo como Rey y creer en Su muerte y resurrección transforma al creyente en un seguidor de Cristo. Desde el momento en que una persona cree que Jesús es el Cristo, se convierte en su seguidor, aun si no comprende todas las implicaciones de ello. Este seguimiento no es solo una cuestión de obediencia externa, sino de una profunda entrega al liderazgo de Cristo en todos los aspectos de la vida.

El discipulado, entonces, implica mucho más que una lista de comportamientos o prácticas religiosas. Es una relación de seguimiento y obediencia a un Rey que ha dado Su vida por sus seguidores y ha resucitado para confirmar Su soberanía. Esta relación define cómo el creyente vive y actúa, no como un acto de deber, sino como una respuesta a la autoridad y amor de Cristo.

Conclusión

En este segundo ensayo, hemos visto que Cristo es el centro del evangelio, no solo como salvador, sino como Rey. Su muerte y resurrección son los eventos clave que establecen Su soberanía y que definen la relación entre Él y los creyentes. Aquellos que confiesan que Jesús es el Cristo aceptan Su autoridad como Rey y reconocen su lugar como siervos y esclavos bajo Su reinado.

El discipulado, por lo tanto, no es simplemente un conjunto de reglas o prácticas religiosas. Es una vida vivida en sumisión a Cristo como Rey, reconociendo Su muerte y resurrección como la base de esa relación. En el próximo ensayo, se profundizará más en cómo esta relación entre Cristo y sus seguidores moldea la vida diaria del creyente y cómo el discipulado se vive de manera práctica.

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