La Nueva Alianza y la Purificación Integral en Mateo 26:28 a la Luz de Jeremías y Ezequiel


El versículo de Mateo 26:28, donde Jesús declara que su sangre es "derramada para el perdón de los pecados", tiene una resonancia profunda cuando se examina a la luz de las profecías de Jeremías y Ezequiel. Estos profetas del Antiguo Testamento hablaron de un nuevo pacto y una purificación que trascienden el sistema sacrificial del templo, ofreciendo un marco interpretativo enriquecido para entender las palabras de Jesús.

Jeremías y el Nuevo Pacto

Jeremías es el único profeta que menciona explícitamente un "nuevo pacto". En Jeremías 31:31-34, Dios promete un pacto diferente del establecido con Israel en el Sinaí después del éxodo de Egipto. Este nuevo pacto sería interno, escrito en los corazones del pueblo, y no simplemente un conjunto de leyes externas. Lo más significativo es la promesa divina: "Perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado" (Jeremías 31:34).
Este perdón prometido no se basa en los sacrificios expiatorios del sistema kipper, los cuales tenían limitaciones significativas, especialmente en relación con los pecados graves como el homicidio, el adulterio y la idolatría que contaminaban la tierra. En lugar de eso, Jeremías anticipa una intervención divina directa, donde el perdón y la restauración se otorgan por la gracia de Dios y no por rituales sacrificiales realizados en el Templo. Este contexto nos permite entender que cuando Jesús habla de su sangre "derramada para el perdón de los pecados", se refiere a este nuevo tipo de perdón resultante del Nuevo Pacto profetizado por Jeremías.

Ezequiel y la Purificación Espiritual
Ezequiel complementa esta visión con una imagen poderosa de purificación. En Ezequiel 36:25-27, Dios promete rociar agua limpia sobre el pueblo, purificándolos de todas sus impurezas e ídolos. Además, pondrá Su Espíritu dentro de ellos para capacitarlos a seguir Sus decretos. Esta purificación es integral, marcando un cambio interno profundo en el pueblo de Dios.
Ezequiel también habla de un "pacto eterno" y un "pacto de paz" (Ezequiel 34:25; 37:26), que no dependen de los sacrificios expiatorios. Estos pactos simbolizan la restauración y renovación integral del pueblo, realizada por la intervención directa de Dios.

Jesús y el Cumplimiento de las Profecías

En Mateo 26:28, durante la Última Cena, Jesús dice: "Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados". Esta declaración se enmarca claramente en conexión directa con las promesas de Jeremías y Ezequiel. La "sangre del pacto" de Jesús es una alusión directa al nuevo pacto prometido por Jeremías y la purificación prometida por Ezequiel.
Jesús se presenta como el mediador de este nuevo pacto, cuya participación de sus discípulos al beber la copa que simboliza la sangre de dicho pacto, así se celebra un sacrificio de bienestar y acción de gracias, por la cual se hará memoria de la liberación y la obtención del perdón divino. Este perdón se consigue a través de la intervención directa de Dios en la persona de Cristo, como predijeron los profetas.
La sangre de Jesús derramada en la cruz certifica el inicio del nuevo pacto, una nueva era en la relación entre Dios y la humanidad basada en el cumplimiento de las promesas de Dios en Cristo. Una era donde el perdón y la purificación integral están disponibles para todos aquellos que creen que Jesús es Cristo, quien murió por nuestros pecados y que resucitó conforme a las Escrituras.

Conclusión

Mateo 26:28, leído a la luz de Jeremías y Ezequiel, revela una comprensión profunda y renovada del perdón de los pecados. Jesús cumple las profecías del Antiguo Testamento al inaugurar un nuevo pacto y ofrecer una purificación integral que trasciende el sistema sacrificial del templo. Su sangre derramada simboliza el acto divino de perdón y restauración, marcando el inicio de una nueva relación entre Dios y su pueblo, basada en la gracia y la purificación interna prometida por los profetas. Esta interpretación no solo enriquece nuestra comprensión del sacrificio de Jesús, sino que también resalta la continuidad y cumplimiento de las antiguas promesas divinas en el Nuevo Testamento.

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Basado en el contenido del capítulo 5 del libro Lamb of the Free: Recovering the Varied Sacrificial Understandings of Jesus’s Death por Andrew Remington Rillera y Douglas A. Campbell.

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