Justificación y Propiciación
En el núcleo de la carta a los Romanos, escrita por el apóstol Pablo, se encuentra una exploración profunda de dos conceptos cruciales en la teología cristiana: la justificación y la propiciación. Estos términos, aunque complejos, ofrecen una visión de cómo la justicia de Dios se revela en el evangelio de Jesucristo, en consonancia con la afirmación de Pablo en Romanos 1:17 que "la justicia de Dios se revela" en el evangelio. Este revelar de la justicia de Dios se enlaza íntimamente con la fidelidad de Dios a sus promesas, su coherencia entre los dichos y los hechos, mostrando su rectitud e integridad a través de la muerte y resurrección de Jesús.
Justificación: La Posesión de la Justicia de Dios por Fe
La justificación es fundamentalmente la declaración hecha por
Dios de que el creyente es justo ante los ojos de Dios. No se basa en las obras
humanas sino en la justicia de Dios que en el creyente se manifiesta por medio
de la fe en Cristo. Esta doctrina apunta a una transformación radical en la
que, a través de la fe en Jesús y su obra redentora, la justicia de Dios
"posee" al creyente. Romanos 4:25, que señala que Jesús "fue
entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra
justificación", subraya que la resurrección de Cristo es el fundamento
sobre el cual se asienta esta justificación.
Este concepto trasciende la simple absolución de pecados para
abrazar una identificación completa con Jesús en su muerte y resurrección. Al
creer en Cristo, los creyentes son "muertos" en un sentido místico en
y con Él, pero también "resucitados" en y con Él, entrando así en una
nueva vida donde la justicia de Dios, una justicia atribuida por la fe en
Cristo, verdaderamente "posee" al creyente. Este señorío de la
justicia de Dios sobre el creyente implica una transformación interior que
tendrá como consecuencia nuestra santificación (Rom 6:22).
Propiciación: La Reconciliación a través de la Gracia
Divina
La propiciación, por otro lado, aborda cómo misericordia de Dios
hacia el pecador permite la entrada a una nueva realidad en donde la gracia y
la misericordia de Dios está presente en la vida de aquel ha creído en el
evangelio. La visión del Antiguo Testamento del tabernáculo y el sumo sacerdote
que derrama sangre sobre el propiciatorio para expiar los pecados del pueblo
prefigura la obra de Cristo, quien entra en el verdadero Lugar Santísimo en los
cielos con su propia sangre, no solo para expiar los pecados sino también para
abrir un camino hacia la presencia de Dios.
Hebreos 4:16 y 9:24 ilustran cómo Cristo, al morir, resucitar y
ser entronizado en el cielo mismo, al revelar la justicia de Dios transforma el
trono de juicio en un trono de gracia. En este acto de propiciación, la
misericordia de Dios se derrama sobre el creyente, haciendo imposible la ira de
Dios sobre el hombre de fe. La presencia de la misericordia de Dios hace
imposible la coexistencia de su ira, ya que, en Cristo, no solo hemos muerto y
resucitado en Él, sino que también hemos sido sentado en los lugares
celestiales con Cristo (Efesios 2:6). Es desde esta realidad que hemos de mirar
la propiciación.
Este recubrimiento por la gracia y la misericordia de Dios, como
resultado de la propiciación, significa que los creyentes ya no están sujetos a
la condenación, sino que son recibidos y revestidos por la misericordia de
Dios. La propiciación, entonces, no solo trata con ser limpiados de nuestro pecado,
sino que también implica la libre entrada delante de la presencia de Dios
mismo.
Conclusión
La carta a los Romanos, redactada por el apóstol Pablo, emerge
como un pilar fundamental en el estudio de la teología cristiana, ofreciendo
una visión profunda y transformadora de la justicia de Dios y la salvación. En
este documento, Pablo articula de manera sistemática cómo la justicia de Dios,
lejos de ser una fuerza condenatoria, se revela como un acto de gracia
inmerecida que trae reconciliación y vida nueva a través de la fe en
Jesucristo. Al explorar los conceptos de justificación y propiciación, Pablo
muestra que la salvación no se basa en las obras humanas, sino en la fe en la
obra redentora de Cristo, subrayando así la universalidad de la salvación y la
inclusividad del mensaje del evangelio.
Este ensayo ha demostrado cómo la comprensión paulina de la
justicia de Dios, manifestada plenamente en la muerte y resurrección de Jesús,
no solo cumple las Escrituras, sino que también establece un nuevo paradigma en
la relación entre Dios y la humanidad. La justificación por la fe revela que la
salvación es un regalo divino accesible a todos, mientras que la propiciación
subraya la reconciliación y la presencia continua de la gracia de Dios en la
vida de los creyentes.
Al final, la carta a los Romanos nos invita a contemplar la
magnitud del amor y la fidelidad de Dios, desafiándonos a vivir vidas que
reflejen su justicia, su misericordia y su amor. Es un llamado a reconocer en
la muerte y resurrección de Jesús el acto definitivo de justicia de Dios, que
no solo vence al pecado y a la muerte, sino que también inaugura un nuevo orden
de vida basado en la gracia, la fe y la esperanza. Este mensaje es tanto un
fundamento para la fe cristiana como una guía para la vida diaria, animando a
los creyentes a participar activamente en la misión transformadora de Dios en
el mundo, llevando el mensaje de salvación y la manifestación del reino de Dios
a todas las esferas de la existencia humana.
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