EL Nombre de Dios en Romanos 3

La Justicia Revelada


En el corazón de las antiguas escrituras, en el libro de Romanos, se despliega un fascinante tapiz de conceptos que revelan la naturaleza misma de Dios. Adentrémonos en los versículos 21 al 26 del capítulo 3, donde se desgranan tres elementos cruciales: la rectitud divina, la misericordia manifestada y la paciencia infinita del Creador.


La justicia de Dios, entendida como su rectitud, se presenta como la coherencia perfecta entre sus dichos y hechos. En este contexto, se redefine la justicia como la fidelidad apasionada de Dios a sus promesas, un acto impulsado por el amor a su propio nombre y la búsqueda de su gloria.


Rompiendo con interpretaciones convencionales, se exploran los versículos 21 al 25 en busca de un entendimiento más profundo de la propiciación. Lejos de ser un mero apaciguamiento de la ira divina, se desvela como el acto de paciencia sublime de un Dios no definido por la ira, sino caracterizado por su gran paciencia y longanimidad.


Sumergiéndonos en el griego original, descubrimos que la palabra utilizada, "hilasterion", tiene raíces en "ileos", que a su vez se traduce como misericordia, revelando así la conexión intrínseca entre la propiciación y la compasión divina. La antigua palabra hebrea "jeset", traducida como misericordia, y "tsedaká", traducida como rectitud, refuerzan esta conexión, señalando a un Dios cuya esencia es misericordia y rectitud entrelazadas.


El tapiz se enriquece aún más al explorar la raíz griega "eleos" y "eleomosune", de donde proviene nuestra palabra "limosna". Aquí, la misericordia se desdobla como un acto de dar, pero esta deriva de la de palabra eleomosune hacia limosna, no recoge la intesidead y/o fuerza de la palabra original. Eleomosune persigue como objetivo el ser amado, no importando el costo de lo que signifique la meta autoprotesta por el bien del ser amado. 

Ilasterio, recoge el sentido y significado del hebreo Kaphoret, que es el mismo trono de misericordia que se ubicaba en el Lugar Santisimo, Trono de Misericordia es la traducción hecha por Martín Lutero y que tambien encontramos en la King James y que se conoce como trono de gracia en la epístola a los hebreos.

Este relato teje cuidadosamente el retrato de un Dios de Gran paciencia, recordando el perdón de los pecados pasados y subrayando la paciencia divina que permite que su luz ilumine las sombras del error humano.

A través de este lenguaje sacerdotal, emerge la figura de Dios, no como un ser iracundo en busca de satisfacción, sino como el ser paciente que, a través de la sangre de Cristo, señala el camino hacia su trono de gracia. La palabra cruz, la muerte (donde la fidelidad de Dios enfrentó la maldad humana) y resurrección de Cristo (donde la fidelidad de Dios venció a la muerte) y posterior entronización, se convierte en el punto de acceso celestial, marcado por la sangre de Jesucristo. Porque al hablar de la sangre de Cristo debemos pensar en la sangre con la que el Sumo Sacerdote entraba al Lugar Santísimo, en el caso de Cristo, al cielo mismo.

Así, en Romanos 3:21 al 26, se despliega un glorioso cuadro de la rectitud, misericordia y paciencia de nuestro Dios. Este Dios, cuya fidelidad se encarnó en Jesús el Cristo, nos invita a entrar audazmente en su presencia, guiados por la sangre que nos abrió el camino hacia el trono de la gracia. Estas reflexiones revelan el nombre del Señor,  nos revela la rectitud, la misericordia y la gran paciencia de nuestro Dios. Un abrazo fraterno, queridos lectores, mientras exploramos juntos las maravillas de nuestro Dios.

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